Enrique Criado: de Kinshasa a Sofía


POR Alejandro Pérez Benn

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Cuénteme su chiste preferido de diplomáticos, por favor.

ENRIQUE CRIADO (E. C): A ver, te cuento uno corto y uno largo. El corto es que Pedro era diplomático y su hermano también era tonto [nos reímos]. Y luego uno que suelo contar cada vez que hay militares. Vuelven en un avión desde Berlín varios altos generales estadounidenses después de haber ganado la segunda Guerra Mundial: vienen el general del ejército del aire, de la armada, del ejército de tierra y su embajador en Berlín. Vienen todos felicitándose por la victoria y dice el general del ejército del are: ‘Bueno, yo me felicito y os felicito porque juntos hemos conseguido vencer al enemigo pero tendréis que reconocer que esto viene siendo una victoria del ejército del aire porque nuestros bombardeos a líneas enemigas han hecho posible la victoria.’ El general del ejército de la armada dice: ‘Bueno, yo os felicito a todos pero tenéis que reconocer que es una victoria de la armada porque, claro, sin el desembarco de Normandía y sin las victorias en el teatro del Pacífico pues esto no hubiera podido ser, así que la victoria ha sido de la armada.’ El general del ejército de tierra dice: ‘Hombre, pues yo os felicito también, y es cierto eso de vuestros barquitos y vuestros aviones, pero aquí el que le ha visto la cara al enemigo ha sido el ejército de tierra y somos los que nos hemos hecho valer.’ Y les mira fijamente el embajador y dice: ‘Bueno, tenéis que reconocer que si fuera por nosotros los diplomáticos ni siquiera hubiera habido guerra.’ [Nos reímos].

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Me gusta el último, aunque el  primero también es muy bueno. Entonces, ¿por qué quería ser usted diplomático? ¿Desde siempre ha querido serlo o simplemente quería crear una guerra?

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ENRIQUE CRIADO (E. C): [Se ríe] La verdad es que siempre, desde muy muy pequeño, he querido ser diplomático, y cada vez que me preguntan por qué, la verdad es que no sabía dar una respuesta exacta. No conocía a ningún diplomático, nadie en mi familia, ni amigos ni nadie que se dedicaba a ello. Me imagino que, bueno, pues en novelitas de espías y así, que yo me leía de adolescente, pues debí de encontrar a algún personaje diplomático que me pareciera interesante. Luego ya, con una reflexión un poco más madura, de adulto, pues vi que la profesión te pone en contacto con las cosas que a mí más me interesan, y por otra parte, que mejor se me dan, es decir, tienen un componente jurídico, un componente económico, político, histórico, en el que se utilizan los idiomas extranjeros, en el que hay también una difusión de la cultura. Son todos ámbitos que me gustan, que me interesan y, por otro lado, bueno pues creo que eran las mayores habilidades académicas que yo tenía. Entonces todo fue tenido un poco sentido de manera colectiva.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Le gustaban entonces las novelas de espías. Hay mucha literatura sobre diplomáticos, más, por ejemplo, que sobre fontaneros. ¿Qué tiene este oficio que cautiva a al público?

ENRIQUE CRIADO (E. C): Yo creo que hay una parte que es natural, de atracción. Es una gente que vive por definición entre una cultura y otra. Osea, tú eres el representante de una cultura en el seno de otra cultura. Ese elemento de ajenidad yo creo que genera algo de fascinación. Luego también la parte de la constante rotación, pues si uno tiene una carrera normal lo normal es que a lo largo de su servicio esté destinado en diez o doce sitios distintos, países distintos. No es algo muy habitual en otras profesiones. Y luego ya están las cuestiones secundarias pero que alimentan mucho la fantasía de los diplomáticos para la literatura, el cine y demás. Toda esa cuestión de recepciones y champán y glamour que bueno, a mí me parece secundaria.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Más allá de la literatura, la vida del diplomático digamos que no siempre es fácil: destinos lejanos, tener que buscar alojamiento, gente desconocida  y una vez que uno se asienta toca hacer las maletas y empezar de nuevo. ¿Cómo lleva usted este estilo de vida?

ENRIQUE CRIADO (E. C): Yo lo llevo bien. No comparto el victimismo de algunos compañeros que creo que insisten siempre en los elementos más negativos para que la gente comprenda que esto no es solo una vida de privilegios y de gran comfort. Es cierto que hay que difundir ese mensaje de que en el fondo no es solo champán y rosas porque, bueno, no se me ocurren muchas profesiones en las que sea fácil que contraigas la malaria, puedas ser víctima de un atentado, no puedas salir de tu casa… Bueno, pues eso de alguna manera nos ha pasado a todos, ¿no?. Sin embargo, yo no lo estoy viviendo con dureza, es decir, incluso a las partes más duras intento sacarles el componente positivo y yo estoy disfrutando mucho de mi vida profesional y de las oportunidades personales que mi vida profesional me ofrece.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Recién salido de la escuela diplomática fue a parar a la República Democrática del Congo. Lujo y seguridad no son digamos las primeras palabras que vienen a la mente cuando nos imaginamos el Congo. Al conocer su destino, ¿qué pensó?

ENRIQUE CRIADO (E. C): Bueno, un par de matices pequeños. Antes de irme al Congo y después la escuela habían pasado ya dos años. Dos años en los que estuve un par de meses de prácticas en la embajada en La Habana, luego en el Ministerio [de Asuntos Exteriores] trabajando , después cinco meses en la embajada de España en Londres en la que estuve cubriendo la baja de maternidad de una compañera. Y luego ya, efectivamente, como primer destino real me fui al Congo. No me vino como sorpresa el hecho de que me fuera destinado allí porque estaba dentro de la lista de opciones que yo había puesto y nadie por encima de mí (estamos todos en un escalafón) había elegido el Congo, con lo cual yo sabía que había muchas probabilidades de que yo lo tuviera. Cuando, efectivamente, me lo confirmaron, pues por un lado tienes todos los sentimientos contrapuestos: mucha ilusión por empezar un nuevo trabajo, mudarte a un nuevo sitio, y a la vez, bueno, pues la gran responsabilidad en la que incurres, tienes que tranquilizar a tu familia con una tranquilidad que a veces tú mismo no tienes y te ves obligado a decirle a tu madre que todo va bien cuando en realidad tú mismo tienes dudas. Pero bueno, esas son las primeras reacciones.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Hablando del Congo, me da la sensación de que es complicado ser objetivo. Me viene a la cabeza El Corazón de las Tinieblas, de Joseph Conrad. ¿Cómo influyó Conrad sus prejuicios del Congo?

ENRIQUE CRIADO (E. C): Sí, sí porque yo conocía muy poco del Congo y, obviamente, mi primera aproximación al Congo fue leer lo que había disponible sobre el país, que no era tanto. Y obviamente la primera referencia es El Corazón de las Tinieblas. Y claro que te afecta. Lo que pasa es que luego también descubres que El Corazón de las Tinieblas, en el fondo, no es un viaje al Congo sino un viaje casi interior a la psique humana. Quiero decir, Conrad habla del horror al que puede llegar el ser humano, que se puede dar en el Congo, pero que se puede dar en cualquier otro sitio. La mejor prueba de no necesariamente ese horror es consustancial al Congo es que mejor adaptación al cine que ha habido de El Corazón de las Tinieblas es Apocalipsis Now, y tiene lugar en Vietnam un siglo y medio después. Por lo tanto, sí es un viaje al Congo pero como metáfora del ser humano.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Me imagino que el aeropuerto de Kinshasa es un caos en su mejor momento ¿Qué sintió al llegar allí por primera vez?

ENRIQUE CRIADO (E. C): Bueno, primero tienes la parte sensorial, es decir, te pone los cinco sentidos a prueba.  Primero experimentas una bofetada de calor húmedo, se te pega ropa a la piel, la humedad, los olores tan fuertes. Luego, claro, nosotros estamos acostumbrados a aeropuertos occidentales u otros no occidentales tipo Dubái o Singapur donde todo cristal metacrilato, todo muy aséptico, parece la consulta de un dentista. Allí no, allí los colores son muy vivos, los olores muy intensos, los sonidos estridentes. Esa es la parte sensorial. Y luego ya la parte reflexiva. Cuando empiezas a ver que pasas un control de pasaportes, luego pasas un control de sanidad y después otro, y así quince o veinte controles de distintos ministerios, todos con el único propósito de intentar sacar una mordida. Y empiezas a ver el aeropuerto casi como metáfora de lo que es el funcionamiento del país, que en ese momento era muy desafortunado. Luego he tenido ocasión de volver al Congo tres años después y reconozco que el aeropuerto ha mejorado, tanto en la parte física (han renovado una terminal) como en el sentido de que hay menos hostigamiento al viajero y hay menos controles ficticios. Hay algo de mejora.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): A partir de su experiencia en Kinshasa decidió redactar su libro Cosas que no caben en una maleta. ¿Cuál fue su motivación para escribir Cosas que no caben en una maleta?

ENRIQUE CRIADO (E. C): La decisión de escribir el libro la fui tomando de manera gradual y casi inconsciente. Yo tengo el hábito siempre de tomar notas, de las cuestiones que me parecen interesantes o de las reflexiones que leo en un libro y tal. Luego empecé a ver que los libros que había sobre el Congo ni eran muchos, ni eran muy exhaustivos, ni se referían a todas las zonas del Congo, y en paralelo, mis notas iban creciendo cuantitativamente y cualitativamente. Entonces ya empecé a ver que bueno, tenía material suficiente para un libro. Fue a la mitad de mi puesto allí cuando ya empecé de una manera más concienzuda a tomar notas con el propósito de escribir. Y fue en el siguiente destino, en Australia, cuando puse forma a todas estas notas. Mi objetivo es poder intentar rellenar ese hueco, esa ausencia de literatura sobre el Congo, que digamos es un contraste muy grande con el potencial enorme narrativo que hay en el Congo. Es un país que tiene un montón de historias que se pueden contar, pero a la vez es muy difícil que alguien vaya y las cuente. Por eso yo era un privilegiado y quise utilizar esa posibilidad.  

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): En el Congo decía que era usted un diplomático novato. ¿Qué aprendió allí que le haya servido más adelante?

ENRIQUE CRIADO (E. C): Quizás lo esencial es que, vayas al país que vayas, a ninguno de tus interlocutores le gusta que tú como extranjero vayas dando lecciones o ridiculizando, por mucho que tu país sea más rico, más estable, más lo que sea. A nadie le gusta que venga un extranjero a faltarles el respeto. Que ellos perciban que tienes cariño por su país porque eso te va abrir muchas puertas y, a la vez, vas a tener más acceso a gente.

ALEJANDRO PÉREZ BENN (A. P): Por último, ¿cuál es el mejor consejo que te hayan dado?

NRIQUE CRIADO (E. C): Bueno, pues esta última reflexión que he estado haciendo, yo había llegado a ella por mis propios medios pero también se la había oído a un compañero. Hay que ir con humildad a los destinos.

Y el otro, ya más que ver con el día a día pero que se puede aplicar a cualquier trabajo. Cuando recibes un encargo, mantén siempre a la otra parte informada de lo que estás haciendo en tiempo real porque a veces los españoles tenemos tendencia a informar solo cuando ya has resuelto el problema pero entretanto han pasado X días, y quien te lo ha encargado no sabe si estás en ello, si no, si va bien o no. Entonces, mantener informado aunque solo sea para decir ‘todavía no lo he conseguido’ o ‘estoy en ello’, que esa comunicación sea constante porque general tranquilidad en la otra parte. Y eso creo que se puede aplicar a cualquier trabajo.