Fotoperiodismo incómodo

POR Tatjana Greciuk   REVISADO POR Alfredo Castro    

Ha trabajado con las agencias Associated Press, Reuters, Staff, VU y Gamma, y ha publicado sus trabajos en The New York Times, The Washington Post, Libération, The Independent, Der Spiegel, El País, El Mundo, La Vanguardia, Cambio 16, Interviú, Newsweek, Time, GEO, Magazine, Courier International, Veja, Stern, etc. Además, dirige documentales y produce exposiciones desde la productora Piraván.

TATJANA GRECIUK: ¿Qué factores influyeron en la decisión de dedicarse al fotoperiodismo y quién fue su fuente de inspiración?  

JAVIER BAULUZ: Pues mi fuente de inspiración no fue ninguna en concreto. Cuando tenía 21 años o así, me fui a Londres a aprender inglés y fregar platos. Resulta que un día había una manifestación en High Park y un amigo me prestó una cámara de fotografía. Me puse a tomar fotos en primera línea y después las llevé a revelar al laboratorio. Dos días después, cuando me entregaron las fotografías las miré y me fui a un teléfono rápidamente. Llamé a casa y le dije “Mamá, ya sé lo que quiero hacer. No sé cómo, pero ya sé que.” A partir de ese momento empecé a aprender de fotografía, fotoperiodismo. Y a meterme con la cámara en distintos temas, casi siempre sociales, derechos humanos y por ahí empezó mi aventura. No conocía a ningún amigo periodista, a ningún fotógrafo, a nadie. Las primeras fotos que hice, y que también fue el primer contacto con la pobreza, fue en un poblado en mi ciudad, a 6 minutos de la calle principal, donde vivía la gente en casas de madera y de plástico. Mi madre iba todas las tardes durante muchos años allí para ayudar en lo que podía. Me llevó e hice fotos de las condiciones en las que vivían esas personas. Fue la primera cosa que publiqué en una pequeña revista en Asturias. Creo que muchos años después, que parecen siglos de alguna manera, he seguido en la misma línea intentando contar lo que sucede, sobre todo, con los que Eduardo Galeano decía “los Nadie,” los que valen menos que la bala que los mata.

T. G.: ¿Su familia y sus amigos apoyaron la idea de este fotoperiodismo incómodo?

J.B.: Tampoco les quedaban muchan alternativas. Para mí no es un trabajo. Es mi pasión, mi forma de vivir, de conocer otros mundos y otras personas. Un día puedes estar en un lugar donde vive gente muy pobre y esa misma tarde puedes estar en un palacio presidencial. El periodismo te permite acceder a lugares a los que el 99% de la gente no tiene acceso. Por ejemplo, cuando hacemos esta entrevista, me pillas justo con grupos de emigrantes, de refugiados, que están cruzando la montaña de los Alpes (2.000 metros de altitud a - 10° - 20°C bajo cero) en una frontera interna de Europa, de Italia a Francia. Para estas personas sigue habiendo fronteras, y tienen que cruzarlas de manera clandestina. Además, están cruzando por la nieve prácticamente sin la ropa adecuada, con zapatillas de lona, con chaquetas vaqueras y muertos de frío. Afortunadamente hay grupos de vecinos en esta zona que se han organizados para ayudar y no dejar que las personas mueran congeladas. Les dan calor, sobre todo humano, que tanta falta hace en Europa. También necesitamos practicar la empatía desde la xenofobia. Nos están metiendo miedo como forma de control y, por otra parte, miedo a los otros, miedo al diferente, que nos vienen a matar y que son violadores, terroristas, etc. Pero cuando te acercas a ellos te das cuenta inmediatamente de que son personas exactamente igual que nosotros, que muchas veces son más agradables e incluso mucho más humanas.

T. G.: El enfoque principal de su trabajo son las personas más débiles, que sufren y necesitan algún tipo de ayuda. ¿Cómo se prepara un profesional del periodismo antes de viajar al epicentro de un confelicto bélico, a países donde impera la miseria y la desesperación?

J. B.: En primer lugar intentando ponerte al día un poco de cómo es la situación a través de la información que hay. Lo normal es que los periodistas seamos los primeros en llegar a los lugares para contar profesionalmente lo que pasa y lo que vemos. Con lo cual muchas veces no sabes exactamente qué es lo que te va a encontrar, y esa es la otra parte de este trabajo. Básicamente el papel de los periodistas es ir, ver, oler, tocar y contar. Lamentablemente, cada día hay menos periodistas sobre el terreno, en los lugares donde suceden las cosas. Como digo yo de broma, hay más corresponsales en YouTube.

T. G.: ¿Qué se siente siendo testigo de los momentos más trágicos de la historia? ¿Alguna vez ha sentido desamparo o sentimiento de culpa por disparar su cámara mientras la gente se muere?

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J. B.: En absoluto, al revés, me siento orgulloso de saber que estoy contando historias que necesitan ser contadas. Si no supiéramos nada de lo que sucede más allá de nuestro barrio o de nuestra ciudad, desde luego seríamos mucho más pobres mentalmente, intelectualmente, informativamente. Solo imaginemos que ahora mismo nos borraran la memoria de nuestra cabeza, todas las imágenes que hemos visto durante nuestra vida. Imaginemos que desaparecieran. No conoceríamos visualmente lo que es información, nada de lo que sucede, que no podamos ver por nosotros mismos. Si eso ocurriera tú vivirías en una ciudad en cualquier lugar del mundo, solo viendo lo que pasa en tu ciudad, en una parte de tu ciudad, como en un viaje turístico cuando tienes pocos días en para recorrer el lugar.

T. G:  ¿Qué es “lo más gordo” que ha visto usted?

J. B.: Pues, no lo sé. Cada historia que cuento es “la más gorda”. Estamos en sitios en los que los periodistas no somos los protagonistas. Los gajes del oficio, las dificultades que puedes tener, el miedo que se pasa y lo mal que se pasa es parte del trabajo. No es importante lo que sientan los bomberos, sino lo que le pasa a la gente que está en el edificio en llamas.  Te podría decir muchas situaciones fuera de lo normal, como Sarajevo hace décadas, una ciudad completamente asediada y con francotiradores. O las bombas que caía sobre Ruanda. Quizás esta situación sobre el país africano. Después de estar varias semanas caminando entre un millón de personas, miles de ellas enfermas de cólera (que morían en menos de 12 horas) y viendo a morir a la gente continuamente frente a la cámara, tuve el síndrome de estrés postraumático que en aquella época existía, pero no se sabía lo que era. Me parece bastante duro cuando me preguntan cómo lo llevo. Tengo la conciencia tranquila y puedo dormir sabiendo que he hecho lo que creo que hay que hacer.

T. G.: ¿En qué condiciones vivía en Ruanda?

J. B.: Pues lo hacía en el mismo territorio donde vivía un millón de personas que habían huído de Ruanda y que habían atravesado la frontera a Zaire, que es la República Democrática del Congo ahora. Huyendo de la guerra no tenían nada, y más de mil personas diarias estaban muriendo por el cólera. Antes de esta ayuda vi a tres mil niños bebiendo sus propios orines en el suelo y muriéndose sin ninguna clase de atención.

T.G.: Todo el mundo conoce su nombre por su contribución en los proyectos de Associated Press, The New York Times, The Washington Post, El País y muchos más. ¿Con qué medio ha disfrutado más trabajando? ¿Qué hay de Javier Bauluz en el proyecto Periodismohumano?

J.B.: Disfruto más trabajando con el medio que creamos en 2010, llamado Periodismo Humano. Es periodismo con enfoque de derechos humanos y con el foco en “los nadie”, los más débiles y las mayores injusticias. Eso convertido en información, que normalmente la mayoría de los medios tradicionales no dan, con una profundidad y un rigor muy profesional. Trabajamos en temas muy importantes, aunque ahora mismo está medio parado por falta de financiación. Hay una cosa que mucha gente todavía no ha entendido: si se quiere tener una buena información, se debería apoyar económicamente a los medios que la hacen. Los medios necesitan dinero para que puedan pagar a los periodistas. Los periodistas tienen una manía muy mala que es comer todos los días una vez. Si no comen, se mueren, y no pueden hacer periodismo. Pero parece que mucha gente no acaba de entender esto, y con la crisis menos todavía. El otro problema que tienen los medios de comunicación tradicionales es que están contando un mundo que no es, un mundo casi de fantasía, de engaño, o que está al servicio de intereses económicos y políticos. Cuando miramos unas imágenes de una madre abrazando a su hijo, buscando refugio en Europa, vemos una cosa universal que es el amor de una madre al hijo. Cualquier mujer y, sobre todo, cualquier madre siente empatía. Estas imágenes muestran que son personas como nosotros. Fíjate por ejemplo en el Reino Unido. Toda esa campaña del miedo a los refugiados, de miedo a los extranjeros que se utilizó para el Brexit es absolutamente falsa. Usaron imágenes para apoyar a un partido político en concreto, carteles grandes por las calles y por las carreteras mostrando un grupo enorme de refugiados diciendo que eran terroristas. Es todo tan absurdo, pero ese es el discurso político que está ganando y consiguiendo terreno. En consecuencia, más personas ven al otro como el enemigo. Hacen lo que se hizo en la Segunda Guerra Mundial con los judíos, se criminaliza a los musulmanes y esto acaba en conflicto. Un político religioso, que tiene un discurso claro en este aspecto, es el papa Francisco, que curiosamente es de los pocos personajes con poder y con voz importante, mantiene un discurso de ayudar al prójimo, a los que llegan a Europa. Hace un llamamiento a la gente para que dé de comer al hambriento, para que ayude a los refugiados a que no se congelen, no mueran. Toda esa ola de criminalización de estas personas, que son las víctimas de xenofobia, yo casi la llamaría “pre-nuevo fascismo,” que está llegando y que se tolera como algo lógico y normal. El gobierno está vistiendo a su pueblo con uniformes y armas para que impidan el paso de estas personas y los devuelvan otra vez a las cárceles y a las torturas. Lo más fascinante es que todo eso pasa con el apoyo de Europa.

T .G.: En su proyecto “Buscando refugio para mis hijos” ¿que objetivos tenía cuando decidió acompañar a los refugiados durante 120 días? ¿que fue más difícil para usted durante este éxodo?

J. B.: No tenía ningún objetivo. Estaba en Kosovo invitado en un festival de documentales. De repente vi una cosa en Internet que me sorprendió, que era una pequeña estación en Macedonia, llena de refugiados. Mi mujer, que también es periodista, que estaba allí conmigo, Patricia Simón, y yo decidimos alquiler un coche, cruzar dos países y llegar a ese lugar. Nos encontramos con una estación que parecía de los tiempos de los nazis, y las escenas que recordaban a los trenes de Auschwitz, con toda la gente tirada por allí. Mujeres y niños sin ninguna clase de ayuda intentaban subir a aquellos trenes que estaban abarrotados. Incluso yo, después de 21 años trabajando en el tema de los movimientos migratorios, no sabía qué estaba pasando. De allí llegaban mil personas diarias caminando después largos días con abuelos y abuelas, con niños, con gente sin piernas ni brazos, etc. Entonces decidí acompañar a estas personas a las islas griegas, primero al Cos y luego a Lesbos, y empecé a hacer fotos desde el momento en que llegaban en los botes procedentes de Turquía. Acompañaba a los refugiados sirios, afganos, caminando con ellos en los mismos trenes, viviendo con ellos. Claro que la forma de hacer periodismo no es ponerte en una esquina, sino estar en los momentos, en los que pasan cosas. Lo que hicieron a nuestros antepasados en la Segunda Guerra Mundial, cuando millones de personas huyeron de sus países como refugiados es lo que está pasando ahora con otras personas. Nos quedamos a verlo desde la barrera, como si esto no fuera con nosotros.

T .G.: ¿Las migraciones se generan de forma natural o son orquestadas y diseñadas por los poderes y el dinero?

J. B.: Tienen unas causas naturales. Los refugiados climáticos, por ejemplo, de los que voy a hacer otro gran tema en los próximos años, son productos inicialmente de la naturaleza y la vida. El clima ha cambiado el hábitat humano y, como consecuencia, sufren personas de muchos lugares que tiene que huir. Decimos que son naturales, pero están causadas por las políticas medioambientales y por el hombre. Por supuesto también los poderes económicos y políticos son los que permiten o favorecen todo esto. Al final, se trata del poder del dinero y la mayoría de estos conflictos funcionan. Hay intereses económicos casi siempre en todas las guerras y conflictos relacionados con tierras, ciudades, economía, petróleo, etc. También con la colaboración de muchos medios de comunicación que no cuentan realmente lo que está pasando. Tampoco nos cuentan las consecuencias de estos conflictos para las personas que viven en esas zonas. La televisión, en muchos casos, solo mantiene atención a la publicidad para poner el dinero. Esto también está pasando con los medios de comunicación escritos y en Internet. Lo que produce dinero son noticias de YouTube. No es un periodismo, es un entrenamiento para ganar dinero y nada más.  

T .G.:  Ganar un Pulitzer le hace a un periodista más…

J. B.: Más alto y más guapo. Y las fotos en blanco y negro se convierten en color y son maravillosas. Realmente lo único que te da es que puedes hacer más entrevistas y decir más cosas útiles a la sociedad y para las personas.

T .G.:  ¿Qué proyectos le esperan en el futuro próximo?

J. B.: Voy a seguir con el tema de la emigración y los refugiados. Porque si los ciudadanos no saben qué pasa, no pueden tomar decisiones personales, yo voy a seguir hablándole al mundo de los derechos humanos. De esta forma, aquellos ciudadanos que sí gozan de derechos humanos acepten un poquito de vergüenza y decidan participar activamente de alguna forma en el proceso de los derechos humanos de otras personas.